Wednesday, May 14, 2008

Todo por un perejil

Hay un tema del que siempre he querido hacer un cuento pero no he encontrado el modo. Si a alguien se le ocurre un estructura o decide intentarlo completo, ahí va el asunto:

Sucede en la vida corriente, hay una pareja que tiene una relación de esas cachondísimas al principio, pero que se ve obligada a separarse y uno de ellos termina en Monterrey (advierto: cualquier parecido con la realidad, tú lo encontraste, no yo).

El asunto es que a pesar de la distancia han hecho planes para estar juntos en el futuro y piensan hasta en arrejuntarse definitivamente. En algún momento se da la oportunidad de que se encuentren un fin de semana en esta norteña ciudad y durante dos días y sus noches se aman hasta más no poder; construyen castillos, deciden no sólo la raza, sino el color de la casa del perro, planean las vacaciones del año 2030 y definen hasta el veneno que tomarán cuando tengan 90 años y se muera el otro.

Pero he ahí que la tercera noche, la previa a la partida temporal, van a comer unos deliciosos tacos de arrachera y cuando vuelven al departamento, ella tiene incrustado entre los dientes un fenomenal pedazo de perejil y él, perfeccionista compulsivo, se da cuenta que la belleza de mujer de los grandes pechos, amplias caderas y ojos encantadores, ha perdido su atractivo mayor: la boca sensual.


Sin darse cuenta, ella sonríe y sonríe, sabiendo que a él le enloquece ver sus bellos labios abiertos y deseosos. Pero de un tajo ha muerto el amor (no en vano alguien dice que fisiológicamente se dice que sólo dura 3 meses), él no la puede ver más a los ojos y ella se pregunta qué ha pasado, qué ha dicho, qué ha hecho...

En la medida que las dudas crecen, ambos enmudecen y terminan por caer dormidos en un silencio absoluto. El desenlace (previsible en este momento) es más fatal que un sismo en Istambul: despertar, arreglarse, ir al aeropuerto y volverse a preguntar qué demonios sucedió. Ella siente un vacío en el corazón y él, por más que ahora mira su sonrisa cautivadora, no puede dejar de pensar en el trozo verde que de un momento a otro podría salir al lado del canino.

Se despiden. Ella dice que los planes eran geniales, que se sentía feliz de haberlos trazado con él y que le daría hasta -vaya ironía- su sonrisa por saber qué pasó, pero que no entiende nada a ese cambio de humor tan repentino. Mientras ella aborda el avión, él se pregunta si en verdad está listo para la casa del perro y la cama king. Quedan en hablar de nuevo pero la llama se ha extinguido. Años después, él se entera que ella se ha casado y que el pastor alemán lleva su nombre -vaya manera de no olvidarlo.

Y todo por un perejil.

Hay una variante que ahora se me ocurre: para que el fenómeno del amor no se extinga tan rápido, podría no ser una pareja que se conoce desde hace años, sino una que tiene poco tiempo -tal vez fue un encuentro en una noche disco, o una sorpresa de esas que tiene el banco en la fila, la cola de las tortillas...

El poco tiempo de conocerse les hace crear castillos, y después caer en el aterrizaje forzoso...

Otra variante... una chica escucha la historia de otras dos en el baño y se dice que a ella jamás le pasaría eso con su super novio que la ama tanto, y justo cuando sale del baño y se da una revisada frente al espejo, se encuentra con el perejil traicionero, se limpia con pena y cuando sale, el novio se ha ido...

2 comments:

NUBE said...

yo finalizaria diciendo que el novio le dio un ataque de risa y ella con la sola irada de el se dio cuenta de la situacion verde...Asi que simplemente lo retira y el vuelve a mirar lo verdaderamente esencial en ella cierra la cosa con un beso y lagrimas de la risa...que buen cuento ME DIVERTI....ATT NUBE

Lesley Labastida said...

Un primer final, dejaría hasta la cama king.

Segundo final, después de: ha perdido su atractivo mayor: la boca sensual.
Desesperado, por deshacerse de ella, finge una llamada de su madre, que fue llevada al hospital. Vámonos al aeropuerto en este momento, tú tomas el vuelo de regreso y yo, viajo para ir al lado de mi madre; ella, al verlo tan alterado, no lo contradice.

Apresurado, se despide de ella con un roce de mejillas y corre para abordar el avión, ya sentado en su lugar, se dispone a relajarse y le sonríe al niño sentado a su lado, éste inmediatamente le dice:
-Señor, mamá dice que hay que lavarse los dientes después de cada comida para no causar asco a las personas con las que hablamos.
-Tu mamá tiene razón, ¿Porqué lo dices?
-Porque acabo de ver sus dientes llenos de perejil.